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Al enfrentar la muerte como adversario de respeto,
Diana reivindicó la vida

El sida no es más que una enfermedad del cuerpo, no del alma, refrenda el fotógrafo
''Conocí a alguien que era yo mismo y se estableció un vínculo de espíritu a espíritu''

Por Mónica Mateos

LA JORNADA
México

 

Cuando Diana llegó a la vida del fotorreportero argentino Marcos Javier Adandía, éste preparaba un ensayo fotográfico acerca del sida y sus personajes. El encuentro cambió la vida de ambos. Diana, un travesti infectado con el VIH, conoció la solidaridad, la ternura y la compañí­a de la que careció toda su vida. Marcos convivió con la muerte, perseguidora implacable, a la que le robó por medio de cada imagen el torrente vital de su amigo.

El fotógrafo advirtió, también, lo equivocado que resulta mirar con metáforas la cotidianidad de las personas seropositivas, es decir, se percató de que el sida ''no es más que una enfermedad del cuerpo, no del alma". Entonces, su proyecto profesional se transformó en una experiencia humana, rica en hallazgos, pues ''lo que hice fue conocer a alguien que en algún sentido era yo mismo. En Diana encontré un espejo y eso le dio sentido a las fotos porque se estableció un vínculo de espíritu a espíritu".

Durante dos años Diana y Marcos compartieron más charlas que sesiones fotográficas. Adandía ocupó el hueco de la familia de Diana, un joven de origen humilde que creció bajo el rigor e ignorancia de un padre violento que nunca aceptó la homosexualidad de su hijo y que por ello lo echó de la casa.

En la calle y siendo casi un niño, Diana aprendió a defenderse y a sobrevivir como pudo en los barrios marginados de Buenos Aires, principalmente ejerciendo la prostitución y de nuevo entre la violencia, pero la policiaca.

Crecer como ser humano

Marcos estuvo con Diana durante todos los días que ella permaneció en el hospital, previos a su muerte, y respetó su último deseo: no avisar a sus familiares y ser sepultada sólo en compañía de la persona a quien le brindó ese aliento robusto que permaneció inmune ante la decadencia de su cuerpo.

Las imágenes de Adandía se exhiben desde el pasado 7 de septiembre en la Casa de la Primera Imprenta de América.

-¿Cómo fue tu transitar por esa frontera entre lo que era tu proyecto profesional y la convivencia diaria en medio de una situación emocional tan fuerte?

-La frontera se borró. Ya no existe. Es decir, no creo tener una actitud profesional y luego una actitud humana ante las diferentes circunstancias de la vida. Para mí ahora hay una sola postura: fotografiar es como respirar, algo que se transforma en una necesidad, pues es una manera de hablar y lo hago en la medida que necesito comunicarme, expresar algo. Ya después llegarán las nociones estéticas o conceptuales que definirán el trabajo, pero no pongo fronteras entre lo ''profesional'' y el espí­ritu. Se trata de crecer como ser humano en cada acción diaria para aprender y tratar de decir (en este caso mediante la fotografía) aunque sea una palabrita.

-En este sentido, ¿Cuáles fueron tus criterios para la selección del material que compartes con el público (21 fotografías) entre el que seguramente conservas como algo más íntimo?

-Llevó mucho tiempo. Diana murió hace cuatro años. Cuando me invitaron a hacer esta exposición me impresión que la fecha propuesta para la inauguración fuera justo el día que se cumplían cuatro años de su entierro. Ese tipo de casualidad (que no es casualidad), para mí fue una señal relacionada con el acuerdo que Diana y yo hicimos respecto a la exhibición de las fotos. Ella conoció algunas de sus imágenes, algunas no le gustaban, y tení­a la idea romántica de que recuperaría la salud para que le tomara algunas con vestidos bellos. Por eso la exposición tiene mucho de íntimo, de dolor propio. Me acerqué a la muerte para verme, pues el deceso de Diana se parece al de mi viejo, al de algún amigo.

''Sí, fueron muchas fotos y en la selección me ayudaron varias personas para lograr un relato final que concentrara el espíritu de Diana y el mío, que estuviera presente lo que habí­a pasado. La vi de mil maneras diferentes, pero cada foto fue encontrando su lugar, lo importante es que cada una de ellas guarda una emoción que permanece latente."

Atreverse a cruzar la línea

-Reflejan esa vida perseguida tan ferozmente por la muerte.

-Sí­. Y es que Diana al enfrentar y considerar a la muerte como un adversario de respeto reivindicó la vida. Aunque pienso que ella tuvo una muy injusta, y me rebelo ante ello reivindicando el amor, la ternura, el cuidado, el compromiso. Es decir, nunca estuve frente a Diana como un simple observador o como un profesional de la fotografía. Y creo que es imprescindible para todos asumir compromisos de verdad, yendo hasta las últimas consecuencias, frente a esta realidad que nos empuja en ocasiones a quedarnos sólo en la superficie. Es cierto que con Diana vivió­ el dolor de la separación, pero también es una forma de crecer.

''Y es extraño, porque el amor y la comprensión que Diana no tuvo en vida la recibe ahora por medio de las fotos. Me emociona ver que quien la mira, la quiere y establece un vínculo con su historia. Eso es lo mágico que hubo y que hay entre Diana y yo, que de otra manera le he devuelto la vida. Y ella nos la da al conocer su rostro."

-¿Cómo influyó esta experiencia en tus trabajos posteriores?

-Desde hace dos años estoy en algo semejante, trabajando con hijos de desaparecidos políticos en Argentina. Siempre tratando de conocerlos primero, con mucho respeto, para después hablar de ellos, pues percibo que transitan confundidos, en búsqueda de identidad, con una sensación de desamparo, y con una soledad que se parece a la mí­a.

-¿Es inevitable que te involucres tanto en cada proyecto?

-Sí­, pues de lo contrario nada tendría sentido. Si no lloramos mucho, si no reímos mucho, si no gozamos y sufrimos mucho, ¿A qué venimos? No comparto la idea de quienes prefieren quedarse en las superficies. Creo en el compromiso en todos los órdenes, en llegar a fondo para saber quiénes somos. Se sufre mucho, es cierto, pero la sonrisa que se esboza al final, cuando sientes que tuviste el valor de cruzar la línea, vale todo porque puedes decir: crecí­.

(Diana , exposición fotográfica de Marcos Adandía, se exhibe en la Casa de la Primera Imprenta de América, ubicada en calle Licenciado Verdad y Moneda, Centro Histórico. La muestra permanecerá abierta hasta el 1 de octubre.)

29 de septiembre de 2000

http://www.jornada.unam.mx/2000/09/29/03an1clt.html