A 30 años de la vuelta de la democracia, el Museo nacional de Bellas Artes inauguró una muestra que se propone como un homenaje a las Madres de Plaza de Mayo y que durará todo el verano. Marcos Adandía, el autor, era el editor de la Dulce X Negra , una de las pocas revistas especializadas en la difusión de fotografía contemporánea argentina. Tiene un tono emotivo en la línea editorial. En esa revista vi por primera vez la serie del mar de Adriana Lestido, por eso cuando vi el banner anunciando esta muestra en el MNBA pensé que se trataba del tema de la maternidad genéricamente hablando y decidí ir. No pensé en Las Madres.
En mi primer intento de ir a ver la muestra, no pasé del hall de entrada. Pregunté si estaba arriba y los guardias me dijeron que si. La de las madres de Plaza de Mayo. No se qué fue lo que hizo que me diera vuelta y me fuera. Ah, no, no puedo les dije. Y me fui hasta mi casa preguntándome por el origen de esa reacción. Para mi la historia de las madres está en la Plaza de Mayo y hablo de ellas en clases señalando los dibujos con los pañuelos que hay en torno a la pirámide. Tengo las fechas, el contexto y la labor. Mi hermana estuvo muy cerca de un caso que para ella es definitorio sobre su opinión: la aparición y entierro de los restos de la madre de Marta Dillon, que vivió muy de cerca porque es amiga suya. Fue al Cementerio de Moreno acompañando la procesión de entierro, 33 años después. Volvió y me dijo estaba con ella, lo entendí todo. Entendí a mi hermana, pero me seguí moviendo en una nebulosa sobre- informada, que muchas veces carga los ánimos con todo tipo de información errónea y generalizaciones. Necesitaba espacio en mi mente para absorber más información y ese día no lo tenía.
Unos días después volví a ver la muestra. Es de difícil acceso esa sala. Uno sube por una escalera pequeña, que aún huele un poco a pintura fresca y llegué. Eran retratos, con algunos textos de Florencia Walfisch ploteados y un video testimonial a mitad del pasillo que se abre hacia la sala del medio. Estas son todas las madres que no conozco me digo. Son 56 retratos en total- no uno de cada madre- a veces se repiten, íntimos y cercanos. No hay planos generales y no hay intención de construir una narratividad de lugares. No aturden por la cantidad ya que curiosamente 20 están afuera, en las terrazas laterales expuestas a la intemperie, la lluvia y los calores de diciembre en grupos de 10 y 10. Son estandarizadamente formato medio, todos los encuadres muy parecidos, con marco negro. Son muy buenas fotografías. Avanzo y de pronto llego a dos retratos en particular. Hay una mujer que tiene una cara espectacular. Es una de esas personas que se destacan por tener el don de una estructura ósea franca, angulosa, personalísima, escultural. Se llama Adelina Donatti de Alaye. Me doy vuelta y me dirijo hacia el asiento que me brindan para ver el video. Es ella, es Adelina, la misma de los retratos, hablando en una filmación del 2005. Escucho. Era maestra, trabajaba en una escuela de La Plata. Lo primero que me impacta es que no es desgarrador el tono. Está contando hechos asumidos, con una madurez que nunca creí posible. No le tiembla la voz. Me asombré de la fortaleza que es el alma humana cuando cruzó el umbral del dolor.
Las agrupaciones han dado una voz a la labor de ordenar, recoger lo que quedó, esclarecer y reconstruir. Han logrado que se asuman responsabilidades.
Pero este grupo de personas es irreductible a generalizaciones. Incluso el grupo es irreductible a generalizaciones entre sí. Estas mujeres portan- como dijo Carlos Baragli una vez- experiencias tan distintas de lo mismo, tan personales, tan singulares, que nadie puede adueñarse de sus memorias, ni de su dolor, ni de su experiencia, ni de lo que les pasó y cómo les pasó. Creo que el mejor antídoto a la multiplicidad de voces que se alzan en nombre de las madres, es ir, y sentarse a escuchar a las Madres, y ésta es una gran oportunidad. El testimonio directo tenía una ausencia de intencionalidad tal, que no pude más que pensar que se nos oculta lo verdaderamente importante, que es la fortaleza que tienen algunas de ellas y todos los familiares vinculados a los desaparecidos por haber afrontado y poder narrar lo inenarrable. Me sume en el más profundo silencio y respeto tener la oportunidad de escuchar esto. En su voz, no hay implicancias de fuerzas ocultas, no se adivina lo que el otro piensa, no se prejuzga y no es necesario convencer a nadie de nada. No hace falta que levante la voz. Se entiende todo.
http://www.mdzol.com/nota/510388-una-luz-objetiva-sobre-las-madres-de-plaza-de-mayo/